jueves, 5 de noviembre de 2015

Verde - Laura Olivera, Omar Chapi & Antonio J. Cebrián


Hay cosas que suceden de repente: uno no espera nada y entonces ocurre lo menos pensado. Esa tarde, mientras zurcía junto a la ventana, Ernestina se pinchó un dedo con la aguja, tan fuerte que pegó un grito y enseguida se lo llevó a la boca. Su lengua palpó el líquido tibio y reconoció algo extraño, un sabor vagamente familiar que no consiguió identificar. Se miró el dedo y lo que vio la llenó de espanto: su sangre era verde. Se acordó entonces, de aquellos insectos que había disecado siendo niña. Debo estar alucinando, pensó. Sin embargo, era la única sangre que recordaba de color distinto al rojo. Debo ir al médico, gritó y se levantó del taburete tirando las costuras de su regazo. En la sala se tropezó con su esposo, y ya no pudo contenerse, rompió en llanto al tiempo que intentaba explicar el suceso, gritando, gesticulando y mostrando su dedo que para entonces, había dejado de sangrar. Él, disgustado, tomó el teléfono y se marchó. 
Cuando regresó, lo acompañaba una especie de mecánico desaliñado.
—Ya sé que las fugas se auto reparan —dijo su esposo— pero es que además ha desarrollado la extraña idea de ser una amante esposa que zurce calcetines.
—Sí, estas unidades de compañía sofisticadas hacen cosas raras. Restauraremos valores de fábrica y así se limitará a actividades de cama.
Y accionó el pequeño interruptor de la nuca de Ernestina, sumiéndola en una profunda oscuridad.

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1 comentario:

  1. Recomiendo en vez de "tirando las costuras de su regazo" por tirando las costuras sobre su regazo

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