sábado, 21 de noviembre de 2015

El ocaso de un ocaso - Soledad Cruella, Saurio & Adelaida Pichardo Querales


Siempre me sedujo el atardecer. El juego de rojizos venciendo a un oro deslumbrante. La puja de colores. El sutil pasaje de la luz a la oscuridad. El desasosiego meteorológico... Observando el atardecer lo esperé, en aquella playa que quiso alertarme. Una bandera negra, una bandada de gaviotas nerviosas, una hiriente bruma salada; suficientes signos, suficientes advertencias, pero me fui quedando, en esa ominosa playa, en aquel aciago ocaso. Nubes de mal agüero lo ocuparon todo, una tormenta tropical que venía alentada por vientos fuertes. Lo aguardaba a pesar de todo. El mundo se desvanecía. No obstante la lluvia, yo permanecí. Del sol a la noche. Paso directo. Él nunca vino y yo lo esperé. Lo esperé sin importar que subiera la marea, que las olas golpearan cada vez más impiadosas mis tobillos, mis rodillas, mis muslos, mi pecho. Lo esperé cuando el agua me llegó al cuello y lo seguí esperando cuando el mar me cubrió por completo. Continué la espera. El fascinante juego de luces, reflejos y sombras imperceptible en la superficie, se prolongaba en el medio acuático. Descendí y descendí siguiendo imperceptibles hilos de luz, burbujas translúcidas, movibles penumbras... de súbito recordé, ascendí rápidamente. Buscando una presencia en el horizonte, salí del agua y me sumergí de nuevo... sorprendida, lo repetí. Bajo el resplandor lunar, sin salir de mi asombro, continué jugueteando en el mar, observando con alegria mi casi interminable y milenaria cola de sirena.

Acerca de los autores:
Saurio

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