domingo, 29 de noviembre de 2015

El trapecista - Rolando José di Lorenzo, Ada Inés Lerner, Carlos Enrique Saldívar


El trapecista se arriesgaba más y más en cada función. Quería alcanzar marcas que nadie hubiese conseguido, pero con esto no solo él se ponía en peligro a sí mismo, sino también a su pareja, la adorable Micaela, su amor. Ella, antes de cada entrenamiento o de cada función, le pedía, le implorara que dejara de competir.
—Ya sos el mejor, Lucas, has superado a todos los conocidos, pensá en vos… pensá en nosotros. —Toda súplica resultaba inútil.
Aquella noche el teatro estaba desbordado de público expectante y algo morboso que disfrutaba por anticipado lo que podía suceder. El cartel anunciaba que en esa función los trapecistas trabajarían sin red. 
Toda la publicidad posible se había irradiado por la ciudad en grandes carteles blanco y negro, negro como llamando a la desgracia. Lucas llegó a la cima y balanceó su hamaca, miró a su compañera que a su vez repetía la entrada con todo el brillo de las lentejuelas y la armonía de su figura.
Se lanzaron casi al mismo tiempo, dejando boquiabiertos a los espectadores. Ella giró en el aire y atrapó las manos del trapecista, quien la condujo hacia el otro extremo, sana y salva. 
Ahora fue ella quien se lanzó para sujetar al hombre. Él, tomado con fuerza del trapecio, tuvo un miedo repentino. Pensó que ella iba a traicionarlo, que el truco fallaría. Se paralizó en el aire y allí quedó. 
Veinte años después continúa inerte, fusionado con el trapecio. Una curiosa atracción del circo.

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