domingo, 1 de noviembre de 2015

El alargue - Sandro Centurión, Alejandro Bentivoglio & Luciano Doti



Solo porque era el partido más importante de su vida, Ignacio Morales aceptó jugarlo ese viernes, a esa hora de la noche. Si todo salía bien, el partido terminaría como siempre a las 23.30. Sin embargo, si acaso se demoraba el inicio, si empataban e iban al alargue o a los penales, entonces la cosa se complicaría.
La cancha de fútbol 5 quedaba cerca. Así que el trayecto lo hizo caminando solo, a la luz de la luna llena que se elevaba majestuosa.
Por esas cosas que tiene el destino, que muchas veces nos juega una mala pasada, el partido comenzó con un poco de retraso. Para colmo, ya desde los primeros minutos, se notaba una gran paridad entre los dos equipos. Cada gol de ellos era respondido por uno de los otros. Para Ignacio, ya flotaba en el aire un aroma a empate, creía intuirlo. Al menos, se fueron al entretiempo con ese resultado y él mirando su reloj. El alargue era ya algo inevitable. Los minutos eran eternidades que se vaciaban en gotas de sudor que caían por la frente de Ignacio.
Luego del descanso, vino la tan temida continuación de lo fatal. La posibilidad de que todo saliese mal. Los goles volvieron a sucederse. El empate estaba tallado en al aire.
Ignacio miró vencido su reloj. Las doce sonaron en su cabeza. Inmediatamente se convirtió en zapallo. Un botín solitario quedó abandonado cerca del área chica.


1 comentario:

  1. Lo más sensato hubiera sido fingir una lesión o lesionarse de verdad, para salir de la cancha antes de que sean las 12

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