viernes, 13 de noviembre de 2015

Las listas - Rolando José Di Lorenzo, Abelardo Cid Topete & Diego Martínez


Mientras Marisa confeccionaba una lista para el supermercado, su marido, secretamente, estaba haciendo otra, pero con nombres, nombres de personas que debían morir. Ella, indudablemente no sabía con quién estaba casada, le molestaba el misterio que lo rodeaba y no olvidaba cuando él le dijo, con frialdad, que había cosas que era mejor que ignorara; pero ella estaba locamente enamorada. Él hubiera querido no tener que anotar a nadie en sus listas, hubiera querido no ser el vocero de esas muertes pero esas listas ya existían desde antes que él las tomara y él solo actualizaba los datos, no era el ejecutor, jugaba el papel de Dios y ni Dios sabía de esto; no cargaba con arrepentimientos ni con culpas, era su rol y lo cumplía y bien sabía que esas muertes eran inevitables y en muchas ocasiones necesarias. No le comunicaba nada a Marisa, no quería distraer ese amor tan grande que se tenían.
Hubo en el pasado otras listas, que el hombre (no importa su nombre) siempre ocultó. Nombres de desconocidos, vecinos de cada nuevo barrio a donde se mudaban escapando de listas anteriores. Columnas de datos de hombres que miraban a Marisa, o que le sonreían, o que todavía no la habían visto siquiera pero que seguramente la desearían tanto como él. Así que, antes de que ella sufriera, los eliminaba. Pero a pesar de amarla tanto, estaba cansado. Al final de esta, su última lista programada, agregó, llorando, su propio nombre.


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