lunes, 4 de enero de 2016

Amante fortuito - David Filipiuk, Ada Inés Lerner & Martín Renard


Zeus y Beatrice se encuentran en la barra de un bar. Él miente, dice que tiene 750 años, insiste en un encuentro ocasional; tiene una familia numerosa. La joven, de apenas dos siglos de edad, pisotea con desenfado los entornos de quien podría llegar a ser su amante fortuito; Dante la espera. Zeus está más desubicado que ella: dice que tiene un “Paraíso Paralelo”, e intenta presionar a la joven hacia la aventura deseada, no tiene en cuenta que está tomando carrera hacia el Infierno tan temido. 
Orfeo, tal vez, podría haberle avisado de los tormentos que le esperan en este averno cambiante que nació con la religión del Principe Solar, pero en cambio, aún furioso por haber perdido a su amada, prefiere ahogar sus penas en vasos y vasos de licor de Estigia que no aciertan a borrarlas por completo. 
Acostumbrado a obtener lo que quiere, Zeus se convierte en toro, en lluvia, en pavo real, en todos sus disfraces; mas, acostumbrada a la luz del Arquetipo, Beatrice permanece impávida. Zeus comprende que todas sus formas son míseras, y desea hundirse en otra copa de vino. Cuando detecta que la inconquistable mira hacia otro lado, que lo quiere condenar al olvido, recibe otra copa. Un viejo tuerto se la confía.
—Bebe —le dice—, para otro final digno de tu talla. 
Zeus apura el hidromiel, siente un furor que emerge de sus entrañas, y acompaña al tuerto a derramar la sangre bajo un cielo que ya les es ajeno.

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