jueves, 3 de diciembre de 2015

Regreso a casa – João Ventura, Patricio G. Bazán & Sergio Gaut vel Hartman


A medida que las luces de las casas se iban encendiendo y las ventanas se abrían para dar paso a la descomunal algarabía que producían los soldados muertos que volvían de la guerra, Aldo sintió que una férrea mano le apretaba la garganta. ¿Estaría Linda entre los muertos reciclados, o su cuerpo había quedado tan deshecho que los técnicos no lograron reunir los fragmentos y pegarlos con su adhesivo mágico?
—¿Volverá mamá? —preguntó Estefi—. ¿Está entre los que regresan? —Aldo no se atrevió a mirarla. Pero al cabo de un momento supo que debía responder algo para dejarla tranquila.
—Paciencia, hija; ya nos enteraremos. ¿Otra gaseosa? —dijo para distraerla mientras arrancaba aquella garra asquerosamente ajena del borde de la ventana. Recordó la partida de Linda y si ahora regresaba del frente de batalla tendría que convivir con un veterano lisiado y una hijastra mal reconstruida tras los bombardeos.
—No tengo sed. Me quiero ir a1 dormir. 
Acostó a Estefi, y prendió un cigarrillo junto a la ventana del comedor. Quería verla antes de que entrara a la casa, comprobar que lo que regresaba era ella y no otra cosa.
Otro grupo de reciclados se acercaba, y él miró a una mujer; los ojos y la nariz parecían los de Linda, pero el resto no. En otra creyó reconocer el andar, en una tercera el movimiento familiar de desviar el pelo de los ojos con la mano derecha. Una certeza repentina se instaló en la mente de Aldo: nunca más vería a Linda. Sus pedazos estaban tan dispersos que habían sido utilizados para completar otros cuerpos. Advirtió que sollozaba, y que unas lágrimas artificiales corrían por sus mejillas.

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