lunes, 7 de diciembre de 2015

Desfachatado – Patricio G. Bazán, María Elena Lorenzin & Alejandro Sosa Briceño


Jaime comenzó su día con una mala noticia: le habían robado la bicicleta. Fue tan grande la impresión que, tras una guerra entre gestos de sorpresa, terminó por imponerse uno tan desmesurado que se le desprendió el rostro. Y aunque se sabía ágil, no alcanzó a manotearlo a tiempo para evitar que cayera por una alcantarilla. No sabía qué le daba más impresión, si imaginar su cara navegando por aguas sucias, o enfrentar al mundo sin un rostro que mostrar. No le hacía ninguna gracia dejarlo ahí abajo abandonado a su mala suerte y a las pestilencias de un submundo que ya comenzaba a inquietarlo. Un sudor frío le traspasó el espinazo mientras inspeccionaba el lugar del desprendimiento. Con manos temblorosas, se palpó una y otra vez. Nada. Tan solo un hueco, un miserable hueco que empecinadamente se apropiaba del lugar del otro, el legítimo, el que le correspondía. Sintió que le fallaban las fuerzas, pero aún así, lo intentó. Corrió tras su cara, que veía boca arriba pasar uno a uno los alcantarillados como ventanas. Reconocía los edificios en contrapicado que le ayudaron a elegir las calles a corretear y entonces la vio: su bicicleta clavada en un desagüe y el ladrón clavado un poco más lejos. Luego de un segundo de indecisión optó por seguir tras el rostro flotante calle abajo, comprendiendo que más valía recuperar una expresión de asco o tristeza que andar desfachatado en bicicleta.

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