sábado, 19 de diciembre de 2015

En una carpa – Héctor Ranea, Javier López & Sergio Gaut vel Hartman


Leonor Muirchertach me dio un recado para su madre, la planchadora del circo, doña Ethel Donaugh quien era la única que lograba que los plisados del traje del enano Barefoot permanecieran aproximadamente en su lugar. Cuando llegué, Ethel peleaba con el tutú de Blathmint, la ecuyere recién llegada. En el papel, había un dibujo con un corazón y unas palabras en gallego que no alcancé a traducir, salvo una: venganza. Se me heló la sangre. ¿Venganza? ¿Esas dulces damas?

Quizá la respuesta debiera buscarla en Hugo Schututch, el forzudo de bigotes engominados que vestía una camiseta de rayas en la que Ethel parecía no haber puesto su proverbial esmero. Adiviné que el paquete que marcaba bajo sus mallas era tan artificial como el resto de sus músculos. De hecho, podía intuirse perfectamente la forma cilíndrica de un frasco de anabolizantes que ocultaba fingiendo unos atributos acordes con su aspecto hercúleo. Quizá bajo la carpa nada era lo que parecía. Tal hasta fuera cierto que el fenómeno mayor, Austruk, el bicéfalo de quince centímetros y cerebro externo, era, como sostenía Leonor, un extraterrestre abandonado a su suerte hace mil años, en una catacumba de Petra. Y venganza era lo que clamaban todas las mujeres del circo, las nombradas y Zulmah, la barbuda, y Junina, la contorsionista. Todas y cada una de ellas argumentaban que Austruk, tras ver una bizarra película de Pedro Almodóvar, imitaba las andanzas del enfermero los primeros y terceros martes de cada mes. Pero yo no lo creo.


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