domingo, 27 de diciembre de 2015

Fuego fatuo - Claudia Isabel Lonfat, Patricio G. Bazán & Sergio Gaut vel Hartman


Domus descubrió que el rechazo de Kittus lo había puesto de pésimo humor. Arrojó lejos el cigarrillo sin importarle que la hierba estuviera seca y que un incendio arruinaría la cosecha de frutos de hugugu, el elemento que cubría buena parte de las necesidades alimenticias de la colonia. Para colmo de males, los cazadores parecían regresar con las manos vacías. Mala señal, se dijo, y salió a recibirlos. Traían mala cara, pero no por el desánimo: había algo más.
—Salve, Domus; como ves, una pérdida de tiempo y esfuerzos.
—Salve, Magnus; ¿ninguna presa? —Notó al grupo demasiado silencioso.
—Peor, hay algo espantando a los gigíes. Figuras fantasmales. Aparecen y se esfuman. —Graficó con un gesto—. Como fuegos fatuos. —Y Magnus no pudo evitar contarle lo peor—. Los gigíes se comieron a los pájaros que fertilizaban los hugugus, y también se ha iniciado un fuego en medio de la plantación de cannabis, el único alimento de los knurrs. Parece que eso sucede desde algún tiempo atrás, porque casi todos los knurrs han muerto; se consumen en el mismo fuego. Y hay restos de tabaco por todos lados. La situación es clara: esa especie es lo único que queda en nuestra cadena alimentaria, pero para nosotros ellos solo son una dosis mortal de veneno.
Domus tocó el paquete de cigarrillos en el bolsillo de la camisa y reprimió el deseo de encender uno.

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