domingo, 13 de marzo de 2016

Caído del cielo - Luciano Doti, Félix Díaz & Patricio G. Bazán


Era de noche y me encontraba mirando al cielo, cuando un objeto luminoso cayó un poco más allá de donde yo estaba. Los perros ladraron y una atmósfera enrarecida impregnó el aire del lugar. Podía oler el temor que nacía en mí, pero la intriga se impuso al miedo y me dirigí junto a mis canes hacia ese lugar en el cual se precipitara el objeto. A medida que nos acercábamos, un zumbido se iba haciendo cada vez más audible.
Vi una casa semiderruida. Entre los restos del techo asomaba un objeto metálico y brillante, de color azul. Era grande, como un vagón de ferrocarril, pero cilíndrico.
Varias esferas del tamaño de balones de playa flotaban por todas partes, zumbando.
Me quedé inmovilizado, incapaz de mover ni una pestaña. Vi que una de las esferas se acercaba y me bañaba con su luz azulada.
Oí una voz en mi cabeza. Me hacía una pregunta: "¿Está cerca el gastródromo?".
“Dos kilómetros al norte…” contesté maquinalmente.
“Gracias”, dijo la esfera, y se reunió con sus pares. El grupo comenzó a parpadear nerviosamente, sin duda deliberando.
Observé mi restaurant, vacío, arruinado por aquel maldito gastródromo. Seguía aquel cónclave geométrico, cuando tuve una súbita inspiración.
“¿Un entremés para el camino?”, pregunté cortésmente, señalando el oscuro local. Las hambrientas esferas entraron, cándidamente.
Una semana después, mi negocio desborda de clientes. ¡Funcionó la idea! “Cena con Show de Luces, $200”.
—Gastródromo, en tu cara —murmuré sonriendo.

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1 comentario:

  1. Astuto proceder y no está mal. El servicio debía ser bueno si las luces vivientes decidieron quedarse.

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