viernes, 18 de septiembre de 2015

Apolonio y el rayo - Marcelo Sosa, Coralito Calvi & Diana Bracamonte


Aquella tarde de verano, el cielo se desplomó en un abrir y cerrar de ojos. Las jaulas y los tramperos pesaban demasiado bajo la lluvia y caminar por el barro se había tornado una misión casi imposible. Tambaleándose como un borracho, Apolonio mascullaba sus anatemas de hombre telúrico y simplón. De repente, un ruido espantoso le paralizó el cuerpo, una luz enceguecedora se expandió por el lugar y un fuego infernal impactó en su espalda quemándole hasta el alma. No se dio cuenta en qué momento el dolor cesó, y girando su cabeza cual búho, visualizó el resultado: pasto negro, humeando, un árbol mutilado y… ¡él! Su propio cuerpo malherido yacía con los pertrechos alrededor, castigados por el aguacero. Como ráfaga se aferró a su cadáver y se infiltró en él sin esfuerzo alguno. Recogió sus cosas y se desplazó hacia el rancho, como Jesús sobre las aguas. A resguardo, mientras tomaba unos mates, se percató de lo sucedido pero solo pudo recordar al hijo que se había ido hacía ya cinco años y del que nada sabía… Se acordó de su finadita hija, que se fue con el angelito en la panza, después de que los cuatreros la dejaron maltrecha y hubiera deseado en ese momento que Cata, su mujer, le alcanzara una caricia, pero la helada no solo se llevó la cosecha… Entonces se levantó y retornó por el camino, se tiró en el pasto que aún humeaba y se volvió carbón.

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