martes, 9 de febrero de 2016

Preocupación - Ana María Caillet Bois, Omar Chapi & Helga Roberts


Heriberto salió camino al trabajo con la cara contracturada por la preocupación: su mujer, Clotilde, estaba distinta, floreciente, bella. Siempre había sido tan casera, tan servil, que le sorprendía que de la noche a la mañana no parara en casa. ¿Estará enferma y no quiere que me entere?, se preguntó. Pero no, no estaría tan contenta. Iba pensando en los cambios de Clotilde, cuando de pronto, se detuvo en un semáforo y los ojos se le salieron de las órbitas y cayeron en medio de la avenida, justo en el momento en que captaron la imagen de su esposa del brazo de un hombre joven, caminando por la calle despreocupadamente, con una sonrisa dibujada en el rostro. Se quedó ciego por un momento, pero pudo escuchar el rechinar de los neumáticos, luego dos o tres golpes secos. Se había producido un accidente de tránsito. Las explicaciones posteriores no se entendieron y tal vez, nunca se entiendan, porque el conductor del Mercedes Benz que fue el que hizo la maniobra peligrosa, repetía aquella frase como una letanía.
—Frené para no atropellar a un par de ojos.
—Un par de ojos —rió el agente de tránsito—, todos nos accidentamos por lo mismo. Los medios de comunicación se volcaron a las calles, el debate sobre el accidente estaba a la orden del día.
—Un par de ojos arrojados a la calzada serían los causantes de una colisión múltiple en la avenida Simón Bolívar —informaron los noticieros aquella misma tarde. Los espectadores se rieron, creyendo que se trataba de una broma, puesto que no habían escuchado nunca antes que a alguien se le cayeran los ojos, y mucho menos en la calle. Lo cierto es que las primeras imágenes presentadas por los medios mostraban a Heriberto buscando a tientas sus órganos visuales en la acera y la calzada. El mismo Heriberto se reía viendo por el alboroto que se había formado en torno al desdichado incidente, ya que jamás imaginó que ver a Clotilde en tal situación iba a causar semejante descontrol.
—Esos ojos eran los míos —le contó a un amigo mientras miraban las noticias tomando un café.
—Estás de buen humor —rió este. De pronto, Heriberto sintió una energía muy fuerte que emanaba de sus entrañas; descubrió que sus ojos tenían una potencia que los hacía pujar hacia fuera y la presión ocular fue tan formidable que los ojos cayeron al suelo... No podía entender semejante fenómeno, por lo que tardó un buen rato en recuperarse del asombro. Con el tiempo empezó a darse cuenta que cada vez que surgía esa furia del interior de sus órganos, se producía la expulsión de los ojos. De modo que armó un plan para cambiar su vida. Clotilde dejó de importarle, también su empresa y su status social. Por primera vez en su vida se sentía diferente y libre de escollos sostenidos por la rutina. Se divorció de su mujer, donó sus acciones a la Iglesia y partió. Su búsqueda terminó al unirse a un circo que aceptaba todo tipo de fenómenos, cualquier cosa que fuera extraña y ajena a lo posible. Heriberto recorrió el mundo y cada vez que provocaba el salto de los ojos, recordaba su antigua vida y el público estallaba. La preocupación paso a ser un divertido espectáculo.


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1 comentario:

  1. Buen cuento.Siempre noticias impactantes suelen cambiar el rumbo de tu vida. Buena metáfora.

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