miércoles, 17 de febrero de 2016

Avenida solitaria - Sergio Varela, Ada Inés Lerner & Carlos Enrique Saldívar


Las pisadas de los tacos reverberaban en el silencio de la medianoche con un eco insinuante. Él permaneció en el cordón para verla desfilar desde el palier. Ella lucía sus pies desnudos enlazados en el cuero de las sandalias, sus piernas bronceadas y morenas, su boca amplia, carnosa. Se dieron un beso húmedo con las lenguas exorbitadas de las bocas. Él rozó el pecho derecho de ella, libre de soutien. No tengo bombacha, le dijo ella al oído. Él comenzó a bajarse el cierre con una mano, con la otra excitaba a su compañera, besaba los pechos mientras luchaba con el pantalón que se negaba a bajar, la posición de su cabeza abajo, la mano libre recorriendo… quedó rígido sin poder enderezarse porque el ciático le jugó una mala pasada, el cierre se enganchó en la piel de su miembro. Quiso gritar de dolor, tenía la boca ocupada, ella no percibió el momento, se apartó frustrada: —Y por qué no vamos a mi casa. —¿Dónde vives? —Cerca, en la avenida. Caminaron abrazados, él cojeaba un poco, aunque no se había hecho gran daño. Llegaron a la avenida, lucía tétrica, no había más gente que ellos dos. Entraron por un callejón que parecía no tener fin. Adelante, en una pared, había un enorme agujero. Él, asustado, no quiso continuar. Su acompañante le clavó las uñas, lo arrastró y lo introdujo al hoyo. Las crías de ella despertaron y cenaron al desdichado.

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