Franz se sintió perdido, y llevado por un impulso inesperado corrió
hacia delante para embestir a Maya. La antigua carcelera de Dachau lo superaba
en peso, altura y determinación, pero el esmirriado oficinista de Praga sabía
que una estrategia pasiva lo condenaba lisa y llanamente al fracaso. No
obstante, un metro antes de chocar con el formidable cuerpo de la mujer, lo
pensó mejor y se detuvo, como si el súbito movimiento lo hubiera avergonzado;
dio un paso al costado, resoplando por haber ascendido la cuesta en cuya cima
se encontraba Maya, sosteniéndole la mirada dijo:
—Maya, su masa me atrae con fuerza inversamente proporcional al
cuadrado...
Como ella se desplazó también para seguir enfrentándolo, Franz usó la
circunstancia de haber muerto en 1924 para dar un salto de caballo de ajedrez y
situarse a espaldas de la carcelera. Todo salió según lo previsto. En breve
conseguiría escapar, sólo tenía que reducir a Maya. Había tardado diez años en
descubrir el mecanismo de cronodesplazamiento en la sala de mecánica, nadie se
dio cuenta de que había diseñado aquel fabuloso dispositivo que ahora usaba
como un chaleco gris. Maya no se lo pondría fácil, ella creía tener otro parecido.
En Dachau sabían que sus esperanzas de ser libre radicaban en su fallecimiento
acaecido hacía cien años. En efecto: el 3/07/2024 Franz saltó al universo de
los poetas muertos, invisible a genocidas, filisteos... Maya, sola, gruñía en
la ladera rechinando los dientes.
Acerca de los autores:
Excelente temática< y me recordó aun poema de Benedetti ...salvando las distancias claro
ResponderEliminarMMMMMMMMMM Recordar los campos me da una sensación de impotencia y este relato me da una esperanza
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