Mi mujer me dice que no tenemos una buena relación. Yo no
sé. Es cierto que ya quiso apuñalarme un par de veces. Y que yo le corté los
frenos de su automóvil. Pero en el fondo creo que esa es nuestra forma de
querernos. La pasión funciona de maneras particulares, no sé si podemos
encasillar lo que nos pasa de alguna manera que sea comprendida por todos. ¿Qué
es el amor sin necesidad de atornillarle una bomba a la cama? Alguna vez me
pregunté qué pasaría si mi mujer consigue matarme primero. No me atrevo a
interrogarla. Temo reforzar sus empeños asesinos. Hasta hoy me basta sentirme
inseguro, frágil. Me divierte entrar a la ducha sin saber si hay un cable
conectado a la electricidad. Disfruto los platillos que prepara ignorando si
mis antídotos anularán el veneno elegido. Me aterra descubrirla despierta en la
madrugada negándose a tocarme. Dice que se sintió morir la última vez que
compartimos orgasmos.
De vez en cuando la aplasto contra la pared.
—¿Terminaste? —suele preguntar indiferente.
Recibo apoyo psicológico.
—Es el espectáculo del duelo, en el sentido del
existencialismo, no en el belicoso. Debido al carácter erótico y rudo del
asunto es normal manifestar desesperación y melancolía.
—Pero yo le hago el amor —le contesto afligido a la
doctora—. Deseo reconciliarnos. ¿Qué culpa tengo de no matarla como demanda su
instinto sexual? La dejo viva y la muy maldita mata mi ego sin pensar en mí.
Ada Inés Lerner
José Luis Velarde
Alejandro Bentivoglio
Un magistral ejemplo de humor negro.
ResponderEliminarGracias a la maestría de Alejandro Bentivoglio y José Luis Velarde, fue un placer escribir con ellos.
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