Al teniente de la
US-Navy, Georges Ramos Heredía, miembro de la fuerza de
intervención rápida de la OTAN
en la guerra de Egipto, al final del primer cuarto del siglo XXI acababan de
asignarle una aeronave Phantom Fire de desembarco, muda e invisible. Tras
estrenarse en los arrabales de El Cairo, intentando vaciar la vejiga urgente,
un speedy lagarto le arrancó la genitalidad de un mordisco tan pronto como la
sacó de la bragueta; expuso al aire ardiente del desierto su muñón sangriento
como gesto de desafío y se propuso recuperar su virilidad a cualquier precio,
al grito de “¡Vení para acá, lagarto!”.
La Luna
iluminó las dos siluetas que seguían corriendo, sin saber quién perseguía a
quién. Dos soles y tres lunas más tarde, Ramos recuperó lo que quedaba de su
apéndice, más preocupado por la mengua en su imagen castrense que por la
reinserción quirúrgica. Se lamentaba imaginando qué cara pondrían sus
superiores, y qué dirían sus subordinados. En un bar de la calle Al-Azhar le
indicaron un pasadizo por el que accedía a la universidad abandonada, donde un
cirujano de aspecto poco confiable le aseguró éxito. A él se entregó.
Satisfecho con el resultado, Ramos siguió orgulloso bombardeando a diestra y
siniestra, pero cada vez que apretaba los gatillos de sus armas, del pene la
voz del cirujano le conminaba a dejar de hacerlo. Se convirtió en mercader de
cardamomo junto al viejo cirujano Maimonides, el grande.
Acerca de los autores:
No hay comentarios:
Publicar un comentario