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domingo, 13 de marzo de 2016

Las cosas del amor – Alejandro Bentivoglio, José Luis Velarde & Ada Inés Lerner


Mi mujer me dice que no tenemos una buena relación. Yo no sé. Es cierto que ya quiso apuñalarme un par de veces. Y que yo le corté los frenos de su automóvil. Pero en el fondo creo que esa es nuestra forma de querernos. La pasión funciona de maneras particulares, no sé si podemos encasillar lo que nos pasa de alguna manera que sea comprendida por todos. ¿Qué es el amor sin necesidad de atornillarle una bomba a la cama? Alguna vez me pregunté qué pasaría si mi mujer consigue matarme primero. No me atrevo a interrogarla. Temo reforzar sus empeños asesinos. Hasta hoy me basta sentirme inseguro, frágil. Me divierte entrar a la ducha sin saber si hay un cable conectado a la electricidad. Disfruto los platillos que prepara ignorando si mis antídotos anularán el veneno elegido. Me aterra descubrirla despierta en la madrugada negándose a tocarme. Dice que se sintió morir la última vez que compartimos orgasmos.
De vez en cuando la aplasto contra la pared.
—¿Terminaste? —suele preguntar indiferente.
Recibo apoyo psicológico.
—Es el espectáculo del duelo, en el sentido del existencialismo, no en el belicoso. Debido al carácter erótico y rudo del asunto es normal manifestar desesperación y melancolía. 
—Pero yo le hago el amor —le contesto afligido a la doctora—. Deseo reconciliarnos. ¿Qué culpa tengo de no matarla como demanda su instinto sexual? La dejo viva y la muy maldita mata mi ego sin pensar en mí. 

Acerca de los autores:
Ada Inés Lerner
José Luis Velarde
Alejandro Bentivoglio

viernes, 25 de septiembre de 2015

Si no tiene flexible, no sirve - Héctor Ranea, Jorge Valentín Miño & José Luis Velarde


Flora, abanicándose con la puerta antes de aproximarse al mostrador, exclamó: —¡Qué calor! Hazme un mojito doble, Jessie.
—¿Todavía por aquí? ¿No te bastaron los que tomaste esta mañana?
—Dejaré cuando no vea más esos seres, te lo dije, prima.
—Ves los seres por el alcohol.
En eso entró un gris, sus pelos con dedos y los dientes parlantes asustaban.
—¡La gran flauta! —gritó—. ¡Jessie, llama a los guardias!
Jessie colocaba una rebanada de limón en el vaso cuando Flora se lo arrebató para lanzarlo contra los ojos táctiles del gris.
El gris enceguecido por el alcohol más que por la yerbabuena retrocedió hasta hundirse en la pared.
Flora reclamó dos mojitos. El solicitado y el absorbido por la humanidad del gris.
—Ya desperdicié uno rociándolo en el monstruo. Son persistentes como las moscas y aparecen a todas horas. ¿Me crees?
Jessie miró la pared húmeda sin descubrir huellas del gris mencionado por Flora.
—Dame dos mojitos, —terqueó Flora—. Me buscan, porque los científicos azules pronto despertarán al abuelo. Lo hibernaron antes de mi nacimiento, pero intentan curarlo en secreto. Mi familia es naranja, tanto como él es policromático. El último. El único líder capaz de colorear este mundo oscuro.
Jessie agitó la cabeza sin decir nada. Sonriente sirvió dos mojitos verdes. 
Flora los bebió iluminada por el sol filtrado entre las cortinas del bar.
La cantinera cerró los ojos encandilados.
La sombra se llenó de monstruos.

Acerca de los autores:
Héctor Ranea
José Luis Velarde
Jorge Valentín Miño