Mire si Dios no va a ser grande, dijo don José; cuando
trabajábamos pa’ los ricos en la hacienda siempre estaba con nosotros. Cuando
se perdían algunas cosas mandaban llamar al cura que en llegando nos decía que
el robar era el camino al infierno. En esa vez se habían perdido unos alimentos
de los patrones, después nos confesaba y en la noche Dios señalaba al ladrón y
llegaban los rurales sin saber Dios de nuestra hambre. Mire si Dios no es
grande, que el pobre ladronzuelo podía aguantar hasta cincuenta cuartazos del
patrón y al otro día ya estaba trabajando de sol a sol. Y mire si no es grande
que a muchos de nosotros nos guardaba de enfermarnos si nos caía encima un
aguacero y, si alguno lo hacía, pues no lo dejaba sufrir; enseguida se lo
llevaba pa’l cielo. Tan grande es, que los chamacos de los patrones que parían
nuestras hijas nacían sanotes. Fíjese usted, que un día jalaba yo pa’l mercado
del pueblo a buscar una gallina negra y hierbas pa’ un hechizo de la riqueza,
harto de ser pobre. Pero Dios me alejó de ese camino y, en cambio, me regaló
una chamaquita bien chula que andaba perdida por ahí, chillando la pobrecilla.
Lueguito me la traje pa’ la casa, y hoy trabaja parada afuera de una cantina,
por eso digo que Dios es grandioso, dígame usted si no.
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