lunes, 20 de julio de 2015

Enseñanza - Cristian Cano, Raquel Barbieri & Patricio G. Bazán


Marino le repetía a sus amigos que él era el novísimo campeón de la bola rebotadora: ellos lo miraban, y hasta a veces esquivaban el cordel rematado con una piedra en su extremo, porque Marino la hacía girar tan fuerte que había momentos en los que se le escapaba de las manos. La bola rebotadora, decía. Y sonreía enseñando los dientes más blancos de todo el barrio. Hasta que una tarde, después de salir del colegio, una nube ensombreció su soleado horizonte. Ignacio era el vecino nuevo, y el nuevo centro de atención de la barriada. Un prestidigitador del yo-yo, cuyas piruetas eran saludadas por todos con vítores y aplausos. Una calurosa tarde, Marino lo desafió a un duelo de habilidades. Su bola rebotadora rugió en el aire, arrancando suspiros asombrados. Sonrió: seguía siendo el rey. Pero un golpe corto y certero del yoyó de Ignacio estalló contra su boca, sembrando la calle de tierra con rojas semillas de porcelana. No pudiendo contener por mucho tiempo las lágrimas que la humillación le provocaba, apretó las mandíbulas y entrecerró sus párpados por el odio que sentía. Esto se tradujo en carcajadas de las chicas, y burlas de los que en otro momento hubiesen bajado la cabeza ante el Titán. El reinado de Marino había llegado a su fin. Ignacio tomó el mando, sabiendo que las ovejas siempre necesitan pastor.

Acerca de los autores:
Raquel Barbieri
Cristian Cano
Patricio G. Bazán

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