Ángel andaba en bicicleta por Parque Camet. Pedaleaba veloz por el borde del acantilado, disfrutando del vértigo que desata el peligro de andar a esa altura y con las piedras enormes delos desmoronamientos, desparramadas por la playa.
Mientras sonreía y entrecerraba los ojos, que lagrimeaban por el viento, respiraba el olor salino y la frescura del mar. No vio al perro que masticaba los restos de un pescado abandonado por algún pescador, luego, todo fue muy rápido. Con un ágil movimiento intentó evitar herir al can, pero esa maniobra le hizo perder el equilibrio y caer pesadamente a la orilla del acantilado con su pie atrapado en la bicicleta, su cabeza golpeó con una angulosa piedra. El chico perdió la conciencia durante algunos minutos. Un hilo de sangre corría por su rostro. La escena fue observada por un mendigo que luego de devorar una de sus preciadas sobras, decidió rescatar al niño.
Caminó hacia él con cautela mientras pensaba en la forma de destrabar el pie del jovencito sin que su vida corriera peligro. Lo tomó con firmeza por uno de los brazos mientras le quitaba la bicicleta de encima. Con suma delicadeza destrabó el pie de Ángel y lo liberó, sujetándolo con fuerza para que no cayera, y comenzó a levantarlo.
—¿Qué hace, degenerado? ¡Suelte a mi hijo!
Acerca de los autores:
Estefanía Alcaraz
Köller
Claudia Isabel Lonfat
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