—¿Estás seguro de tu condición humana? ¿Alguna vez viste tus
entrañas, el hígado, los intestinos, el corazón?
Lo miré perplejo. —¿Es una broma?
—No, no es una broma. Podrías ser un androide, un ser
cibernético, un simulacro de persona. Y las nociones implantadas en tu cerebro
positrónico garantizarían el engaño.
—¿Qué me dices de los sueños? ¿Puede soñar un robot? —Al
soltar la pregunta me quedó la duda, no recordaba ni siquiera el del día
anterior.
—No lo sé, dime, ¿sueñas?
Me quedé mudo por unos segundos. —Espera, hay una forma de saberlo.
Me dirigí a la cocina y agarré el cuchillo más filoso que
encontré. Cuando regresé, mi amigo no parecía extrañado por mi conducta; al
contrario, se le veía emocionado por lo que intuía que iba a hacer. Utilicé el
arma punzocortante sobre mi brazo izquierdo. Lo que vi confirmó las ideas que
tenía acerca de mí. Le mostré el miembro sangrante; por supuesto, el corte me
dolía.
—Eso no prueba nada —dijo—. Tu ser externo puede ser el de
un humano. Es tu ser interno el que interesa. Entiérrate el cuchillo en el
estómago, lo más profundo que puedas. —Lo hice. El sufrimiento fue intolerable.
Me desmayaba… A duras penas logré comprender lo que me decía.
—Nuestro método es lento, pero seguro. Eliminaremos a los
humanos minando su confianza, demoliendo sus certezas, empapándolos de
preguntas sin respuesta. La
Tierra será nuestra sin mancharnos las manos de sangre.
Erath Juárez Hernández
Carlos Enrique Saldivar
Sergio Gaut vel Hartman
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